Las desigualdades socioeconómicas tienen una importante influencia en la salud y su reducción sigue siendo una de las principales preocupaciones de los gobiernos actuales. Además, de forma paradójica y a pesar del desarrollo alcanzado por los estados modernos, en la actualidad las desigualdades socioeconómicas se mantienen e incluso continúan en aumento. Añadido a ello, el impacto de la crisis económica que comenzó en 2008 ha afectado de forma especialmente severa a países como Grecia, Italia, Portugal, Irlanda y, entre ellos, España. Desde su inicio, se constata un severo aumento de las tasas de desempleo, un incremento de las desigualdades existentes así como un ascenso en el número de las familias en riesgo de pobreza o sufriendo inseguridad financiera.
Algunas dimensiones socioeconómicas, como el nivel educativo y el estatus ocupacional de los padres y de las madres, la capacidad adquisitiva familiar y la riqueza familiar percibida resultan de especial relevancia para los hábitos de vida saludables adoptados por los chicos y chicas adolescentes, así como para su salud. Entre las dimensiones clave, el nivel educativo de las madres revela ser el indicador más predictivo del bienestar adolescente, especialmente relevante en el caso de los estilos de vida. Por lo tanto, las madres desarrollan un papel protagonista en los comportamientos relacionados con la salud de sus hijos e hijas. Se constata, así, la necesidad, por un lado, de no escatimar recursos que mejoren el nivel educativo de la población; por otro, de seguir insistiendo en la paridad de la participación de los padres y las madres en la crianza de sus hijos e hijas. Además, los chicos y chicas adolescentes reflejan ser vulnerables al desempleo de sus madres, y especialmente el de sus padres, sobretodo si estos tienen un alto nivel educativo, y por tanto, más expectativas de alcanzar una mejor posición socioeocnómica. Sin embargo, la satisfacción con la familia y los iguales, así como el gusto por la escuela y el apoyo del profesorado y de los compañeros y compañeras de los centros educativos tienen una capacidad protectora ante los efectos adversos de las desventajas socioeconómicas. Concretamente, la familia desempeña un rol fundamental, especialmente para aquellos chicos y chicas en situaciones de mayor desventaja.